http://doi.org.10.15198/seeci.2018.45.121-127
INVESTIGACIÓN

LOS ESTUDIOS CULTURALES COMO CAJA DE HERRAMIENTAS PARA INDAGAR LOS PROCESOS DE COMUNICACIÓN EN LA RESTAURACIÓN CONSERVADORA EN AMÉRICA LATINA
CULTURAL STUDIES AS A TOOL BOX FOR INDICATING COMMUNICATION PROCESSES IN THE CONSERVATIVE RESTORATION IN LATIN AMERICA
OS ESTUDOS CULTURAIS COMO CAIXA DE FERRAMENTAS PARA INDAGAR OS PROCESSOS DE COMUNICAÇÃO NA RESTAURAÇÃO CONSERVADORA NA AMÉRICA LATINA

Nicolás Bernardo1
Universidad Nacional de la Plata. Argentina
Nicolás Colombo2
Universidad Nacional de la Plata. Argentina

RESUMEN
En este trabajo nos proponemos repasar la institucionalización del campo de estudios de comunicación en América Latina en las últimas dos décadas del Siglo XX, poniendo el foco en los estudios culturales, su centralidad en aquel momento y su desarrollo posterior. Varios factores hacen este estudio relevante para una serie de materias, desde la propia comunicación hasta la historia de américa: la influencia de Estados Unidos enfrentada a la –en tiempos- también poderosa influencia europea traída en muchos casos por los inmigrantes, o por empresarios y diplomáticos de cualquiera que fuera la potencia europea dominante en un momento dado. El objetivo es ensayar algunas preguntas respecto del estatuto de los estudios culturales en un contexto de restitución neoliberal conservadora. Aportando perspectiva histórica y raigambre a los presentes argumentos sobre la materia, y al debate que esta puede suscitar a nivel profesional y académico en universidades, centros de trabajo y entornos sociales diversos. De forma que este desemboque inequívocamente en conclusiones útiles a su estudio y aplicación, tanto desde la perspectiva técnica como social y humana, y garantizando que estas serán coherentes con los factores definitorios de la identidad tanto de la región geopolítica como del debate mismo.

PALABRAS CLAVE: estudios culturales, comunicación, poder, cultura, América Latina

ABSTRACT
This article will deal with the institutionalization in the field of communication studies in Latin America in the last two decades of the twentieth century, focusing mainly on cultural studies, its centrality at that time and its subsequent development. Several factors make this study relevant for a series of disciplines: from communication to history of América: the US influence in the area competing with the –once- also powerful European influence coming from inmigrants or whatever predominant power there was in a specific moment. The aim is to raise some questions regarding the status of cultural studies in a context of neoliberal conservative restitution. Suplying historic perspective and roots to today’s discussions about the matter, and to the debate that it can initiate at a professional and academic level in both universities and workplaces or diverse social environments. So it can result in useful conclusions for it’s study and practice, both from the technic, social and human perspectives, granting they’ll be coherent with the characteristic factors of identity both for the geopolitical region and the very own debate.

KEY WORDS: cultural studies, communication, power, culture, Latin America

RESUME
Neste trabalho propomos repassar a institucionalização do campo de estudos de comunicação na América Latina nas últimas duas décadas do século XX, colocando o foco nos estudos culturais, na centralidade naquele momento, e seu desenvolvimento posterior. O objetivo é ensaiar algumas perguntas a respeito do estatuto dos estudos culturais em um contexto de restituição neoliberal conservadora.

PALAVRAS CHAVE: Estudos culturais, Comunicação, Poder, Cultura.

Recibido: 22/12/2017
Aceptado: 10/02/2018
Publicado: 15/03/2018

Correspondencia: Nicolás Bernardo
nico.colombo.t@gmail.com
Nicolás Colombo
nico.colombo.t@gmail.com

1. INTRODUCCIÓN. COMUNICACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES EN AMÉRICA LATINA: MOVIMIENTOS Y TRANSFORMACIONES

Hacia la década del ´80 pudo advertirse en el Cono Sur que algo estaba cambiando en el campo de la comunicación, que se manifiesta en los desplazamientos de la comunicación como cuestión de medios hacia la cultura como espacio de identidades; de la comunicación como cuestión de aparatos hacia la mirada puesta en los sujetos, la vida cotidiana como espacio de producción de la identidad; y de la recepción como reproducción a la recepción como producción. (Saintout, 2003)
Estos movimientos dentro del campo de la comunicación estuvieron ligados a la apropiación de la propuesta teórica y metodológica de los Estudios Culturales sobre todo para poner en discusión la linealidad y simplicidad con la que se había pensado el proceso de comunicación en algunos casos y el lugar residual asignado a la recepción, para pensar la no correspondencia de los momentos de emisión y recepción y la indeterminación del segundo por el primero, y fundamentalmente la posibilidad de reconocer las propias condiciones de existencia de la recepción frente a los límites impuestos sobre las posibles “lecturas” en el polo emisor (Hall, 1980). Pero también para romper con cierto determinismo económico dado por la relación simple entre base/superestructura que dotaba de un papel residual y meramente reflectivo a la cultura (Hall, 1994)
Estos planteos, junto a tantos otros, significaron un aporte valioso al campo de la comunicación. Sin embargo, muchos estudios al extremar sus posiciones terminaron desposeyendo absolutamente a las industrias culturales de su importancia en el sistema comunicativo, otorgándole todo el poder al receptor. Abonando la idea de una capacidad de resignificación absoluta olvidaron pensar las relaciones de poder que atraviesan las relaciones sociales.
Ha habido innumerables críticas a la inscripción de la comunicación en el territorio de los estudios culturales. Las más sólidas tuvieron que ver fundamentalmente con una utilización de corte culturalista, donde las dimensiones del poder se desdibujan, apareciendo la idea de que los sentidos flotan en el aire sin ningún tipo de constricción material; donde las desigualdades son solo diferencias desprendidas de todo anclaje histórico. Mucho se debe asociar esta condición al contexto en el cual se desarrolló esa producción.
En muchos casos las investigaciones en comunicación devinieron en la rama comunicacional del pensamiento posmoderno. En un momento en el que el paradigma dominante en casi todos los campos se sustentaba en la idea del fin de la historia, de la política, la fragmentación y el auge del mercado, los estudios de comunicación tendieron a olvidar sus posiciones críticas y el compromiso con las causas colectivas. Una epistemología absolutamente consecuente con el sistema neoliberal.
Saintout (2011) señala en un trabajo pormenorizado sobre el desarrollo de los estudios socioculturales en ese período histórico, que en las décadas los 80 y 90 en América Latina la investigación en ciencias sociales, que se fue profesionalizando e institucionalizando de manera acelerada, se preocupó muy poco de los medios, marcando así una continuidad con el sentido común que afirmaba que los medios eran “evidentes”, que hablan por sí mismos, es decir, que no es necesario problematizarlos. Y cuando la ciencia social  sí se ocupó de los medios, lo hizo en un sentido puramente descriptivo: descriptivo de “lo que hay”. La mejor prueba de esto son los llamados estudios de economía política de medios desprendidos de una posición crítica más allá de la descripción. O esos estudios culturales, que definitivamente anunciaron que la cuestión no eran los medios sino los modos de usar el control remoto. Muñidos de todo un arsenal de conceptos, teorías e incluso preguntas provenientes de las epistemologías posmodernas como ideología del neoliberalismo de lo que se trató en las décadas neoliberales fue de aceptar el orden de las comunicaciones existente como natural y, por lo tanto, como imposible de ser pensado y transformado.
Así, las discusiones en torno al poder se diluyeron en la celebración de la resistencia de los débiles en sí misma que presupuso el abandono de la herida para pensar la  subalternidad; la aceptación acrítica de que las sociedades contemporáneas son sociedades de audiencias entendidas a partir de la lógica del consumo. Pasan al olvido así no sólo las perspectivas que habían denunciado la dominación y la desigualdad, y el papel que la comunicación jugaba en esos procesos, sino directamente la problematización de  los medios.
Sánchez Ruiz sintetiza de manera elocuente esta situación de la que estamos dando cuenta:
la forma preferida de indagación y moda intelectual de los noventa fueron los estudios culturales, (…) que al devenir en moda, obstaculizaron otras miradas complementarias e, incluso, obscurecieron las miradas tradicionales de las ciencias sociales latinoamericanas. Por otro lado los estudios de recepción (…) devinieron en una suerte de  `populismo` del receptor, tal que al cabo de tantas mediaciones, apropiaciones, resemantizaciones, e incluso subversiones de los mensajes hegemónicos, terminaban mostrando que los oligopolios transnacionales de las industrias culturales en realidad eran “hermanitas de la caridad” (Sánchez Ruíz, 2002, p. 27)
En cuanto al objeto de estudio, los estudios culturales repusieron la recepción como lugar desde el cual interpretar el proceso comunicativo en su totalidad. Esa recepción pensada en los términos que plantea Sánchez Ruiz, fue construida a partir de un desprendimiento tal de las condiciones estructurales que se cierra sobre sí: ¿lectura de qué?, es decir, ¿desde qué condiciones estructurales? ¿con quiénes? ¿para qué? son preguntas ausentes en los llamados  estudios de recepción , salvo honrosas excepciones.
El resquebrajamiento del orden neoliberal (por supuesto parcial) en nuestra región y la disputa por los sentidos legitimados del orden del mundo propuestos desde la política, constituyeron un saber en torno al vínculo  entre medios de comunicación y cultura que convoca a resituar la mirada en el emisor, a resignificar su potencia como agentes fundamentales en la definición de los modos de mirar el mundo. Tanto para el caso de una comunicación otra, de otros medios que se proponen disputar esos sentidos dominantes como aquellos los sostienen, legitiman y naturalizan. Allí es donde el poder reviste su carácter histórico e impregnante en las prácticas. Por eso es necesario reconstruir una reflexión en torno al capitalismo como totalidad (en sentido contextual), en su inmanencia en las prácticas de la vida cotidiana; lo que no implica que sea implacable ni absoluto pero tampoco nada fácil de resistir. Para esto los estudios culturales son el lugar desde el cual posicionar la mirada, ya que como Plantea Grossberg (2009, p. 36): “Los estudios culturales tienen un interés permanente en la manera como el poder infiltra, contamina, limita y posiciona las posibilidades que tienen las personas de vivir sus vidas en formas dignas y seguras.”

2. RESULTADO. COMUNICACIÓN, MEDIOS Y CULTURA

Lo que nos estamos preguntando entonces es cómo desde la cultura se producen sentidos socialmente compartidos. Y eso ha sido interpretado muchas veces como una necesaria invitación al abandono del estudio de lo mediático.  Entendemos que es necesario volver a mirar a los medios pero insertos en procesos más generales en los cuales se inscriben como actores fundamentales. Pensar la comunicación como constitutiva de las prácticas sociales implica pensar la cultura como como dimensión significante de lo social, como arena de disputa por la hegemonía, es decir, por el poder de nombrar legítimamente las visiones y divisiones del mundo (Saintout, 2011).
Es preciso pensar estos fenómenos situados en una perspectiva teórica y epistemológica contextualizada, configurada por la historia de los procesos políticos y culturales,  y por la historia de la producción de conocimiento en el campo de la comunicación, que permita adoptar una concepción política y ubicar la mirada sobre los procesos comunicacionales en el terreno de cultura para trascender la determinación mediática pero también la disolución en las resistencias individuales.
Este posicionamiento es retomado para dar cuenta de la inscripción  de los sujetos en la sociedad y su relación con la cultura en la que viven. Como así también de la importancia de los mass media en términos materiales y simbólicos en nuestra vida cotidiana, la centralidad que tiene en nuestras sociedades, y el poder de influencia sobre los públicos, en las subjetividades, sin que eso signifique asignarle un poder absoluto  para definir los comportamientos, los deseos, las aspiraciones, etc.
Un abordaje de este tipo permite ubicarse  más allá de las concepciones deterministas sobre los efectos nocivos de los medios en los públicos pero también más acá de la idea de que esas audiencias tienen una capacidad infinita de respuesta a esos mensajes, y resultan más comprensivas en tanto incorporan la cuestión del poder para identificar qué mundo se construye y se consensúa desde la subjetividad de las audiencias, los públicos, los receptores…
La propia caracterización de los intereses de los Estudios Culturales que propone Grossberg nos orienta en este sentido: la descripción de los modos en los que las vidas cotidianas se articulan con la cultura en el marco de relaciones de poder desiguales. Si tal como plantea el propio autor: “Los estudios culturales se ocupan del papel de las prácticas culturales en la construcción de los contextos de la vida humana como configuraciones de poder, de cómo las relaciones de poder son estructuradas por las prácticas discursivas que constituyen el mundo vivido como humano. Tratan de usar los mejores recursos intelectuales disponibles para lograr una mejor comprensión de las relaciones de poder (como el estado de juego y equilibrio en un campo de fuerzas) en un contexto particular, creyendo que tal conocimiento dará a las personas más posibilidades de cambiar el contexto y, por ende, las relaciones de poder. Es decir, buscan entender no sólo las organizaciones del poder, sino también las posibilidades de supervivencia, lucha, resistencia y cambio” (Grossberg, ídem: 17); parece imprescindible disputar un sentido común que sitúa a los estudios culturales fuera de las discusiones sobre los medios (quizás por la banalidad o la indiferencia con la que se piensa lo mediático, o por cierta folclorización de la noción de cultura) y les asigna el lugar de los fragmentos, de marginal, de aquello que no entra en la discusión pública. Mientras pensar los medios parece ser objeto legítimo de la economía política que por preconceptos políticos y epistemólogicos pareciera no poder avanzar más allá de la mera descripción. Y por otro lado unas perspectivas críticas imposibilitadas de vincularse con proyectos políticos ligados a gobiernos populares por la incapacidad de identificar en el Estado capacidades de articular con proyectos emancipatorios e imaginarlos más allá del “populismo”, concebido siempre peyorativamente.

3. CONCLUSIÓN

En un contexto en el cual en todo el cono sur se evidencia el avance de una derecha con características particulares en cada país pero con un afán común de destrucción de los derechos conquistados por las mayorías durante los gobiernos populares, es interesante pensar los modos de construcción (y disputa) de sentidos que permitan sostener esa hegemonía política (que previa y posteriormente es cultural) y los modos de articulación y determinación de lo mediático con la experiencia cotidiana. Eso implica el reconocimiento de un posicionamiento político académico respecto del contexto, planteando la necesidad de contribuir a la reconstrucción de órdenes sociales más justos e igualitarios. En ese sentido es interesante recuperar y sostener la práctica de trabajo intelectual-político del proyecto de los estudios culturales descripta por Grossberg (ídem, 18):
Creo que el proyecto de los estudios culturales, que vincula a diferentes personas y trabajos, y al parecer amenaza muchos otros, implica un compromiso con una práctica particular de trabajo intelectual-político, y con la reivindicación de que tal trabajo intelectual importa dentro y fuera de la academia. Los estudios culturales son una manera de habitar la posición del académico, el profesor, el artista y el intelectual, una manera (entre muchas) de politizar la teoría y teorizar la política.
Lo que intentamos plantear es la necesidad de asumir una postura respecto a lo mediático que reconozca el carácter determinante de las industrias culturales en la vida cotidiana sin reducir esa relación a la mera determinación aunque sí advirtiendo la potencia en la construcción de escenarios y sentidos que entran en juego en las prácticas ordinarias de los sujetos. Y que en estos contextos forman parte de un orden social y cultural que es necesario descifrar para poder transformarlo.

4. BIBLIOGRAFÍA

1. Adorno, T. Y Horkheimer. M (1998) [1946]. La Industria cultural. En: Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta.
2. Grossberg, L. (2009). El corazón de los estudios culturales. Contextualidad, construccionismo y complejidad. Tabula Rasa, 10, 13- 48.
3. Hall, S. (1980). Codificar/decodificar. En: Culture, media y lenguaje. Londres: Hutchinson.
4. Hall, S. (1981). La cultura, los medios de comunicación y el ‘efecto ideológico’. En J. Curran y otros (comp.) Sociedad y comunicación de masas. México: Fondo de Cultura Económica.
5. Hall, S. (1994). Estudios Culturales: dos paradigmas. Revista Causas y azares, 1,
6. Martín Barbero, J. (1987). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Santa fe de Bogotá: Convenio Andrés Bello
7. Martín Barbero, J. (1997). Comunicación fin de siglo: ¿Para dónde va nuestra investigación?. Telos, Nº 47.
8. Saintout, F. (2003) (ed). Abrir la comunicación. Tradición y movimiento en el campo académico. La Plata: Ediciones de periodismo y comunicación.
9. Saintout, F. (2011). Los estudios socioculturales y la comunicación: un mapa desplazado. Revista ALAIC. Recuperado de http://www.eca.usp.br/associa/alaic/revista/r8-9/art_07.pdf
10. Sánchez Ruíz, E. (2002). La investigación latinoamericana de la comunicación y su entorno social: notas para una agenda. Diálogos de la Comunicación, 64.